La otra cara de La Habana

La Habana de noche. Foto: Ladyrene Pérez

Salir de noche en La Habana es una aventura para los paseantes noctámbulos, los seguidores de la vida cultural o los trabajadores, que quedan a la deriva del inexistente transporte urbano, los escasos almendrones-taxis o al libre albedrío de lo que cada chofer particular decida cobrar por acercarlos a la zona; es lanzarse al encuentro de quienes se dispersan por los parques en largas tertulias; de las disímiles parejas en busca de cobija para desahogar sus amores (unas al costo que se ofrezca); de los pasados de tragos y hasta de seres de rara estampa, algunos agazapados en un rincón inesperado con fines imaginables.

La Habana nocturna es una ciudad verdaderamente en penumbras. Las luces aparecen tenues incapaces de vencer a las mayoritariamente zonas oscuras de gran parte de los barrios capitalinos. Es una urbe donde están los escondrijos para las adiciones que se sabe proliferan aunque la Comisión Nacional de Drogas haya dado a conocer que una encuesta realizada hace dos años en el país reveló que por cada 100 mil habitantes, solo 38 habían consumido los estupefacientes alguna vez en su vida.

Casos aparecen y no tan aislados. Y en estos horarios de pocas luces y muchas sombras cuando regresaba este domingo a mi apartamento desde la avenida 26 en Nuevo Vedado, por la calle Santa Ana abajo, me crucé con dos adolescentes, cuyas voces ya había escuchado a pocos metros de distancia, que aspiraban con vitalidad y desenfado la droga una y otra vez. No soy autoridad para enfrentar el hecho y menos ante la incógnita de cómo pudiera salir del trance de atreverme frente a muchachos tan descompuestos. Los supuestamente encargados de este y otros controles a estas horas no suelen estar presentes.

Las adicciones, aún sin grandes aspavientos diríamos para no pecar de exageraciones, están presentes en el paisaje habanero a pesar de los programas educativos en centros educacionales, canales televisivos, medios de prensa, entre otros. Los compradores, según reportes de prensa recientes, no solo acceden a las llamadas drogas ilegales como cocaína y marihuana, sino también a medicamentos, los que junto a la ingestión de bebidas alcohólicas provocan efectos afines.

No obstante, “continuar la batalla contra el consumo y comercialización de las drogas bajo los principios de tolerancia cero, constituye una de las líneas directrices de las autoridades cubanas ante el aumento de la mercantilización y legalización de dichas sustancias a nivel mundial”, de acuerdo a declaraciones de Antonio Israel Ybarra Suárez, secretario de la Comisión Nacional de Drogas, al presentar el informe sobre la utilización de los psicoactivos en el pasado año, adelantados por la Agencia Cubana de Noticias.

“Aún sin ser en Cuba el tráfico un problema a gran escala, en el 2017 fueron interceptadas alrededor de cinco toneladas de drogas, cifra superior a años anteriores; de estas el 95 por ciento no llegó a entrar al territorio nacional por la rápida acción de las autoridades”, explicó Ybarra Suárez, quien refirió que en esas acciones participan las fuerzas del Ministerio del Interior, la Aduana y la Fiscalía General de la República de Cuba.

La nota señala que por mediación del Ministerio de Relaciones Exteriores, también el país cuenta con la colaboración de 46 países, 50 agencias oficiales, la Organización Internacional de Policía Criminal (INTERPOL)) y la Organización de Naciones Unidas (ONU).

Pero, salir de noche en La Habana es descubrir sus luces y sus sombras.

(Sonia Sánchez)

Los chicos de la calle están de fiesta

Foto tomada de Internet

Foto tomada de Internet

Este diciembre avanza fuerte. Pudiera no ser novedad, casi todos estos meses por La Habana se parecen. Una serie de personajes nacidos (o formados) en la marginalidad salen a las calles a vivir del próximo: los violentos que arrancan la cadena de oro del cuello que encuentren a mano a costa, si hiciera falta, del estrangulamiento; los estafadores sin cuenta propia que aparentan ser “cuentrapopistas” que igual te venden una puerta de calle de madera de pinotea desnivelada como si fuera caoba o cedro de primera calidad; los convocas para arreglar una lavadora y acabas sin ella finalmente y hasta los que venden en tarimas de agromercados de todo tipo que “tumban” a precios exorbitantes las onzas del producto que solicita el cliente. Y bajo esta cadena, los inevitables ingenuos o resignados a que no les de el infarto para esperar que dice el 2016. ¿Qué dirá este a fin de cuentas?
Pero este final de año 2015 está apretando el gatillo. Una médica amiga sufrió los embates de los antisociales en su mismo puesto de trabajo cuando hacía guardia en el policlínico 19 de Abril, de Plaza de la Revolución. “Salí a de la consulta a la sala de observaciones a atender un caso urgente y me llevaron el cuño, métodos y recetas. Tengo otro pero no puedo usarlo ahora porque el hecho está en manos de la policía», me comentó con la amable ecuanimidad que la caracteriza.
A juicio de algunos pacientes en este suceso pueden estar involucrados los inescrupulosos revendedores de medicamentos que los acaparan en las farmacias de diversa manera cuando entran los pedidos semanales aunque dejen desabastecidos a quienes requieren de esos. Es una queja frecuente en un amplio sector de los habaneros afectado de enfermedades repentinas o crónicas. No obstante, en la actualidad se perfila con empuje un grupo de callejeros en busca de encontrar en algunos la diversión diurna o nocturna, según el horario a su antojo.
Así, entra en juego el documento de identidad que cobra cada vez más fuerza en Cuba precisamente cuando las autoridades del Ministerio del Interior han incorporado a su confección las más modernas tecnologías automatizadas. Ese carné tan oficial que lo mismo servía para adquirir un «pase» si necesitabas, entre otras, franquear la entrada de una institución estatal, identificarte en alguna esquina complicada de determinada urbe o hasta guardar el bolso en tiendas de ofertas en divisas donde lo exigían aún bajo tus protestas a sabiendas que no debía abandonar al portador, en La Habana se ha puesto de moda como nunca en emergencias médicas y farmacias. Si no eres ese número y esa dirección eres nadie, o, perdón, alguien de quien desconfiar.
La culpa, dice la gente, la tienen los chicos de la calle. ¿Y quiénes son ellos, de dónde vienen, para dónde van? De cualquier casta, de cualquier sexo, solo buscan experimentar los efectos alucinógenos, excitantes o adormecedores de una buena cantidad de fármacos que por sus aventureros caminos han mezclado con alcohol. “No a las drogas”, advierten numerosos spot televisivos desde hace algún tiempo que detallan la carga destructiva física y mental de tales substancias, como igualmente y con toda profundidad lo explica una experimentada psicóloga en el programa En Línea Directa, también de la tele local sin olvidar tampoco la telefónica Línea Antidrogas con la que se brinda asistencia confidencial al necesitado.
Narcóticos en la actualidad que tradicionalmente y en toda época formaron parte del botiquín (siempre existió aunque por estos días más a causa de la descomunal escasez de medicamentos hasta en las farmacias donde se adquieren en divisas) del cubano, como Difenhidramina (benadrilina), Diazepán, Dimenhidrinato (gravinol), Cosedal (Codeína), Tramadol, entre otros antihistamínicos, benzodiacepinas, anticonvulsivantes y opiáceos que integran la extensa lista de medicamentos controlados.
Un amplio debate suscitó, incluso, el tema de la prevención y enfrentamiento a la droga en comisiones previas al V Período de Sesiones de la Octava Legislatura de la Asamblea Nacional del poder Popular en este 2015, donde se insistió en un amplio programa que comprende una preparación de los docentes que va desde los Círculos Infantiles hasta la Universidad, momento en el que se expuso cómo ”la prevención tiene un carácter eminentemente pedagógico, a fin de mostrar estilos de vida saludables, algo primordial en el papel del docente, influir sobre la familia y el entorno es el punto de partida, sobre todo, lograr una alianza entre los órganos de la localidad”, según informaciones de prensa.
Entre los grados de primero a cuarto de la primaria se ahonda en el daño del cigarro y el alcohol, en el nivel medio se trabaja para mostrar estilos de vida saludables y los perjuicios que provocan las drogas ilícitas y los psicofármacos. En las edades correspondientes a la educación superior se le agrega el conocimiento del Código Penal y la responsabilidad que contraen los involucrados en hechos de esta naturalezas situación, agudizada “ante la realidad inamovible de que nuestros jóvenes consumen productos audiovisuales importados, debemos guiarlos, indican los reportes.
En las discusiones subió el tono el hecho, de acuerdo a un diputado, en el sentido de que “estamos ante otro reto superior relacionado con las familias, pensamos que una familia disfuncional es aquella que tiene padres divorciados con procedencia humilde. Pero hay familias con altos ingresos, que ofrecen a sus hijos más dinero del que pueden gastar, que durante el día se relacionan a través de teléfonos móviles o computadoras, ¿no es esta una familia disfuncional?
Otro tema al respecto radicó en el incremento del turismo, los estudiantes extranjeros, con que antes había 3 aeropuertos internacionales y ahora son 10. “El problema es lograr que la droga sea rechazada, sobre todo por la juventud, esto ante la realidad que viven hoy los jóvenes cubanos. Tenemos delante un estudiantado diferente, con mucho nivel de información por vías extra escolares y extra familiares”, se enfatizó.
Los callejeros
“Imagínate que vienen de Marianao, Playa, La Lisa, de municipios lejanos, con recetas inventadas haciéndose los bobos para comprar, por el ejemplo, el Cosedal, unos de los más demandados. Son generalmente muy jóvenes y ya no me engañan, incluso les advierto a mis compañeras”, me comenta Miriam Suárez, una farmacéutica del habanero municipio Plaza de la Revolución. Las farmacias de esta capital hace varios meses han dejado de ser abastecidas de este medicamento de propiedades antitusivas y analgésicas y, según fuentes médicas, en estos momentos no se produce en el país, entre otras razones, por pertenecer al grupo de los opiáceos.
Los pacientes que sufren de la despiadada migraña y otras cefaleas similares que encuentran remedio a su mal -como una de la últimas opciones más disponibles en los cuerpos de guardia de policlínicas u hospitales clínico quirúrgicos-, tienen que presentar su carné de identidad, cuyos datos son suscritos en el método que les entrega el galeno para inyectarse en la enfermería correspondiente algunos de los “cocteles” más en uso en la isla, Diazepán, Dipirona y benadrilina (o como sustituto el gravinol). Lo confirmé al decidir presentar uno de mis glúteos en un punto de emergencias. Patricia Nodarse, la doctora de turno, me aseguró que es una nueva resolución del Ministerio de Salud Pública ante la incipiente ola de callejeros que quieren drogarse por esta vía, la más barata. “Las noches casi siempre son las más complicadas y como persiguen sobre todo el gravinol”.
Una señora de porte distinguido y rostro afable que escuchaba se lamentó. “Yo padezco de migraña desde adolescente y no puedo utilizar algunas medicinas que incluso me manda mi familia desde España porque en ocasiones entre sus componentes tienen Ergofeína y Paracetamol y soy alérgica. La verdad es que pesar de mis canas ya me da vergüenza tener que recurrir al cuerpo de guardia porque los médicos te miran a los ojos como si dudaran”.
Afuera La Habana de nuevo tipo abre sus brazos y regala sus luces y sombras a quienes la quieran hacer reír o llorar en sus escondrijos, parques, flamantes clubes estatales y privados, cafeterías y bares. Los largos días y las largas noches. Mientras los chicos de la calle están de fiesta.
(Sonia Sánchez)