«Alejo Carpentier» 2017: el Premio de la discordia

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La escena literaria cubana se ha recalentando bajo el fuego de la polémica en los últimos meses por los resultados (o la ausencia de estos) en ciertos concursos que adornan el panorama de la letras cubanas y que, al parecer, algunos los asumen como vía para dar autenticidad a la valía de unos u otros autores o de las obras que llevan de la mano.

El tema en cuestión toma rumbo hacia el Alejo Carpentier 2017 en el género de cuento, que dejó su escaño desierto sin grandes miramientos que digamos. El asunto, como para confirmar el adagio de que mejor tarde que nunca, salió a relucir en los predios del habanero Centro Dulce María Loynaz, durante el espacio Ciclos en Movimiento, creado, precisamente, para sacar a la palestra pública las discusiones entre bastidores del mundo literario local y con la presencia del escritor, crítico, editor y periodista, Rogelio Riverón, director de una de las entidades convocantes, la Editorial Letras Cubanas; el poeta y narrador Alberto Marrero; el poeta y ensayista, Víctor Fowler y el también poeta y narrador Edel Morales.

“En la grisura de nuestro mundo literario este fue uno de los acontecimientos más sonados y se convirtió hasta en un cruce de palabras bastante fuerte”, fue uno de los comentarios de Marrero, como la molestia de Riverón por los mensajes enviados al Instituto Cubano del Libro (ICL) por algunos de los 24 concursantes en los que se recurría, según dijo, al chantaje, la coerción y la amenaza de disturbios en la última Feria Internacional del Libro de La Habana sin tener en cuenta, a su juicio, que no ganar un concurso no significa una devaluación ni de la obra ni del escritor.

Lo atrevido de esa disputa subió la temperatura hasta vaticinar una revuelta de narradores durante la más significativa de las citas literarias de la isla de no revocarse la decisión de los gestores del fallo. El jurado legítimamente constituido, con todo el derecho que le dispensa la convocatoria a cualquier jurado en cualquier sitio, lo que hizo fue valorar, opinar y decidir, lo que en este caso ocurrió por unanimidad y halló virtudes parciales, cuentos de calidad en algunos cuadernos, no así libros contundentes, insistió Riverón, quien hizo énfasis en que por vez primera hablaba en público del suceso. Para él, con toda certeza participar significa “una aceptación de antemano de todas las cláusulas si no se incurren en indecencia como pasó”.

Y es cierto, este asunto de los fallos dados por tribunales viene desde lejos en el tiempo. El ganar o perder un certamen de mayor o menor relevancia no determina la calidad de la literatura nacional o mundial, pero sí realza en buena medida la realización personal del autor, algo así como dijera Marrero: forma parte de la autoestima individual. De acuerdo a su parecer, los tribunales en los últimos años no deben haber estado tan equivocados como para premiar libros malos, aunque consideró posible que pudiera haber uno o más textos a la altura del lauro ya sea en poesía o narrativa y no lo obtuvieran, estimó muy difícil que los jurados sean una componenda, aunque “no digo que en algún otro momento haya habido un acto de mala fe donde alguien haya intentado premiar a su amigo, esto está en la naturaleza humana y un jurado no estaría excepto de estos problemas”.

En medio de este vórtice generado por el último premio Carpentier el autor del también discutido volumen de cuentos Los gatos de Estambul (Premio Iberoamericano de Cuentos Julio Cortázar, 2007), al interpretar como falta de ética de los narradores involucrados en la protesta no pudo menos que preguntarse entonces si es realmente infalible el cuento cubano actual, si con los cuentistas cubanos los mejores de la lengua. “¿Si alguien declara desierto un premio de cuento en Colombia incurre en prevaricación, si en México peca y en Argentina y en Chile? ¿No es cada libro un hecho único, concreto y por tanto susceptible de análisis de elección o sea de lectura?”

Ciclos en Movimiento fue buena vía para acercarse a lo que se interpretó como algunos defectos en libros de cuentos publicados en Cuba en los últimos años lo que pondría en entredicho el supuesto de la infalibilidad del género entre nosotros y la consternación de quienes consideraron sacrilegio el declarado desierto que estampó el jurado en el Premio Alejo Carpentier, comentó el director de Letras Cubanas no obstante asegurar que no pretende imponer su concepto acerca de lo entendido como género de cuento.

Y apuntó hacia determinados vicios literarios como el defecto del lenguaje previsible en el cual se nota determinado soslayo en la indagación de la palabra que finalmente concluye con un discurso reducido; la enfermedad infantil del ensayismo en el cuento; el Síndrome de Godot (evidentes cuentos centrados en la exposición de sensaciones más que de movimientos de tal forma que no es raro que se incurra en el uso de un lenguaje “automatizado e intelectualizado”) y el exceso de realismo.

A estas alturas del debate y entre diversos comentarios acerca de la trascendencia de alzarse con un lauro en concursos literarios, se dio por sentado que en Cuba se hace una buena literatura “pero no hay que exagerar”. Fowler, actualmente director del Loynaz, destacó la importante de los premios pero centrándose sobre todo en que tienen un carácter parcialmente legitimador de acuerdo a la jerarquía de cada uno, aunque a medida que esta sea mayor lo de parcial se hace relativo y citó como ejemplo al Premio Nacional de Literatura “no parcialmente legitimador porque es un reconocimiento a la obra que ya está legitimada”.

Aún con los ecos del bullicio detonado por el suceso con el Carpentier y probablemente con el descontento desandando por ahí, una interrogante atenaza parte del ambiente literario cubano. Rogelio Riverón la puso sobre la mesa. “Hace solo unas semanas se entregaron los premios Pinos Nuevos de ensayo, poesía, literatura infantil y ciencias sociales. Quedó desierto el premio en teatro, quedó desierto en narrativa. ¿No sé qué harán los dramaturgos pero vamos a tolerar dos atentados al cuento cubano en el brevísimo período de tres meses? Sigo esperando el mensaje que vaticine una sublevación de los narradores más jóvenes, esta vez quizás en los predios del Pabellón Cuba.

(Sonia Sánchez)

 

 

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